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Elden Ring | Análisis

Después de una espera que se sintió como una eternidad, tenemos finalmente a Elden Ring entre nosotros y, algunos, ya fuimos completamente absorbidos por esta nueva obra, producto de la dirección de Hidetaka Miyazaki y en la que colaboró (según él mismo, “en una pequeña parte”) George R. R. Martin. Se trata de una aventura épica desde el preciso instante en que inicia, abriendo ante los ojos del jugador, un mundo de fantasía, tan oscura y retorcida como maravillosa, rebosante de una exploración que parece no tener fin en un mundo de dimensiones titánicas, donde cada paso que uno da, es una experiencia que no tiene ningún tipo de desperdicio.

Levántate, sin luz…

Las Tierras Intermedias son un mundo lleno de lugares que esperan ser descubiertos, y aunque existen caminos que claramente llevan de forma directa a los lugares de mayor relevancia, el mundo guarda una gran cantidad de sorpresas para aquellos jugadores que se aventuran a dejarse llevar por sus pies, sin preocuparse por “correr detrás del próximo objetivo”. Resulta algo normal tener marcado un lugar específico en el mapa como objetivo de exploración y terminar saliéndose del camino a medio viaje, en muchas ocasiones descubriendo áreas completamente nuevas, llenas de zonas que tienen sus propias características. 

Elden Ring no es uno de los clásicos juegos de mundo abierto en el que cada lugar está debidamente marcado en un mapa lleno de balizas de colores que están gritando que los visites: aquí existen áreas importantes, jefes, mazmorras y secretos que pueden pasarse totalmente por alto si es que el jugador se apega demasiado a los caminos. Esto eleva exponencialmente la cuota de satisfacción que brinda vivir la experiencia del descubrimiento de alguno de estos “secretos”. 

Habiendo pasado dos semanas desde su salida, y habiendo acumulado una cantidad de horas que no imaginaba que podría volver a invertir en un juego, tengo la seguridad de que todavía me quedan secretos por descubrir en aquellas zonas que CREO que ya conozco; y no tengo temor de estar igual de seguro de que Elden Ring es de esos juegos en los que sus jugadores siguen encontrando cosas luego de pasados varios años de su estreno.

Este nuevo mundo creado por Miyazaki está repleto de personajes, misiones y numerosas mazmorras que pueden variar entre pequeños catacumbas hasta grandes y laberínticos mausoleos. Es admirable la forma en que escala la complejidad del mundo, que pasa de ofrecer un inicio en el interior de una pequeña cueva, para luego presentar en la cercanía de algunas minas, terminando por presentar ciudadelas gigantescas y uno de los mundos subterráneos más grandes que haya visto. 

Un mundo increíble, lleno de secretos

Antes de hablar de lo que podemos encontrar bajo tierra, voy a mencionar las increíbles vistas que ofrecen los lugares elevados ya que no hacerlo, sería algo que rayaría en lo criminal. Llegar a una nueva zona, alcanzar un punto en el que el terreno esté por encima de los alrededores y mirar hacia el horizonte, no deja de regalar vistas que pelean una con otra por ser las primeras en quedar enmarcadas. 

Sería una mentira decir que cada lugar es absolutamente nuevo, ya que (como todo juego, obviamente) es posible identificar estructuras que se vuelven familiares, como en este caso son las iglesias, los árboles áureos y las ruinas; pero eso no significa que el mundo se sienta “repetitivo”, ya que existe una gran variedad de lugares únicos para recorrer por horas. Elden Ring tiene imponentes castillos, bosques y ruinas que pueblan un mundo tan hermosamente melancólico como gigantesco.

El mundo abierto que ofrece es simplemente majestuoso, cargado de una atmósfera increíble, pero las mazmorras no se quedan atrás, con algunos lugares subterráneos que se conectan con el mundo exterior en más de una forma. En Elden Ring es posible entrar a un “calabozo” y limpiar todo el camino hasta el jefe, para después descubrir que para salir, es posible hacerlo por una ruta alternativa, encontrando más enemigos, sí, pero también más recompensas.

La aparentemente sencilla tarea de entrar a una mazmorra que se ve pequeña, en Elden Ring, puede terminar en un laberinto que amenaza con atraparte, un acertijo que exige imaginación para ser resuelto o, en el más sencillo de los casos, el hallazgo de un talismán de gran utilidad o esa piedra que estábamos necesitando para mejorar nuestro arma. Y por si fuera poco, si hay una cueva, lo más seguro es que dentro haya un jefe, esperándonos en alguna habitación oculta para poner a prueba nuestras habilidades de combate… solo es necesario que encontremos dónde se esconde.

Elden Ring: La cúspide del combate cuerpo a cuerpo

Aquellos jugadores que disfruten de crear un personaje personalizado, van a sentirse muy a gusto con Elden Ring: es posible equipar diferentes habilidades y mecánicas a medida que se van adquiriendo, lo que permite una verdadera oportunidad de crear una versión propia de héroe. A lo anterior, se suma la existencia de cambiar de especialidad o añadir alteraciones (pasado el mid-game, por supuesto), que permiten que el jugador experimente con su progreso, sin preocuparse (demasiado) al respecto, además de poder equipar diferentes consumibles, tanto potenciadores como armas arrojadizas y explosivos.

Todo esto hace que el combate pueda variar ampliamente de un jugador a otro, dependiendo de la construcción de su personaje, aunque, para sorpresa de nadie, el combate cuerpo a cuerpo sigue siendo el gran protagonista y, en esta ocasión, se encuentra refinado como nunca antes en un juego de FromSoftware. Esta vez, el clásico Parry pasa a ser una habilidad especial entre varias, dejando su lugar de importancia a la mecánica de la Contraguardia, un recurso que, bien utilizado, resulta más que valioso para sacar de balance a los enemigos. 

Y para cerrar, se encuentra el sistema de “postura” que hereda de Sekiro: aunque en Elden Ring no se encuentra visible, es una de las mejores recompensas para los jugadores que se esfuerzan en alcanzar un ritmo de combate que fluya con el curso de la batalla, abriendo una brecha en las defensas del rival sentenciando con un característico sonido el momento en que cae rendido por unos segundos, permitiendo asestar el que puede ser el golpe que decida la victoria. (Definitivamente, se trata de un juego en el que machacar el botón de ataque es la opción menos inteligente, siendo algo que suele aprenderse “por las malas”).

Aunque es verdad que los diseños de algunos jefes y monstruos son utilizados en más de una ocasión, la escala de Elden Ring es enorme, lo que hace que la repetición se vuelva algo sencillo de ignorar. De hecho, la cantidad de jefes que uno es capaz de cruzarse es mucho mayor que la de cualquier juego promedio. Algunos de ellos pueden sentirse regulares y en alguna que otra ocasión puede que el interés que despierten no sea el más alto, sobre todo cuando se encuentran dentro de una mazmorra de las más pequeñas; pero en conjunto, cuentan con una diversidad que logran que el jugador nunca sepa con seguridad qué es lo que le espera al final de cada viaje de exploración que realiza. 

Épico le queda chico a Elden Ring

Los jefes de mayor importancia generalmente se encuentran al final de las mazmorras más complejas y brindan la sensación de estar luchando contra alguna clase de semidios. Son batallas que están realizadas de forma brillante, convirtiéndose en momentos memorables, un espectáculo increíble en el que reina la tensión y que en el momento en que el jugador logra dar el golpe final, hacen que se llene de un sentimiento verdadero de victoria. 

En este juego se pueden vivir batallas contra jefes que, sin dudas, pueden posicionarse entre las mejores que existen en los videojuegos contemporáneos. Durante una partida cualquiera, de esas que ocupan un par de horas de la noche, es posible estar en un momento explorando un área nueva, limpiando algunos campamentos de enemigos relativamente menores, para entonces encontrarnos de pronto y sin aviso, atrapados en una batalla contra un jefe del que no teníamos idea que habitaba en esa zona, porque antes habíamos pasado por ahí durante el día y ahora es de noche. 

Después de hacer frente a este nuevo rival en más de una ocasión, cayendo varias veces cuando faltaba tan solo alcanzar a dar un par de golpes para ganar, por fin llega esa batalla: ese encuentro en el que al fin alcanzamos ese estado en el que el duelo se convierte en un baile de precisión, que termina con el enemigo desplomándose y convirtiéndose en una nube de cenizas. Es un momento en el que la tensión acumulada termina liberándose de golpe en una explosión de satisfacción, que da paso a la necesidad de volver a tener un enfrentamiento con las mismas características para medir una vez más nuestra habilidad.

Sencillamente, un antes y un después

Creo que no hay mejor ejemplo de lo que Elden Ring es capaz de transmitir, de cómo es capaz de atrapar al jugador y convertirlo en un habitante más de las Tierras Intermedias. Detrás de cada nuevo lugar hay un nuevo misterio que descubrir, un nuevo camino que encontrar, un nuevo jefe al cual hacer frente y derrotar.

Elden Ring es un título que desafía al jugador a probarse a sí mismo, mientras lo envuelve con su arte y su atmósfera, transportándolo a un mundo gigantesco y melancólico. Definitivamente, se trata del punto más alto al que ha llegado hasta ahora FromSoftware, dando nacimiento a un título que sin dudas va a ser mencionado durante años como un antes y un después en los videojuegos de aventuras y mundo abierto. Un título que a través de la combinación de elementos de más de un género da como resultado una amalgama de sensaciones que se abre paso hasta hacerse un lugar dentro del jugador, un lugar que difícilmente abandone en un largo tiempo.

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