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Análisis DARK temporada 3

Una de las cosas que más ocupan nuestros tiempos en tan desolada situación de virus mundial son, sin lugar a dudas, las series y las películas. Los productos en los cuales tenemos la posibilidad de volcarnos y entregarnos tras tanta situación indeseada. Es sabido que los servicios de streaming están aprovechando cada momento para adelantarse y seguir creciendo, ya que hoy en día es lo único a lo que podemos acceder en materia audiovisual. No obstante, este no es el caso de Dark.

La primera serie alemana original de Netflix, que estrenó su primera temporada en 2017 y su segunda en 2019, tenía fecha de estreno para el pasado 27 de junio en la plataforma desde que terminó su segunda parte. En cierta manera, Dark fue una de las pocas producciones populares que pudo mantener su plan inicial, ya que su calendario implicaba que para el comienzo de este año, el rodaje ya estuviera más que terminado. En definitiva y al margen de todas estas fechas e hipótesis, tuvimos la tercera y última temporada de Dark en tiempo y forma en la plataforma de Netflix. Y menos mal.

Distintivos

Dark es, hoy en día, una de las series más conversadas del mundo audiovisual. Desde el comienzo, su producción bajo la marca de Netflix y su atrapante y misteriosa premisa le generó una rápida popularidad: estamos hablando de una serie que inició con la desaparición de un niño en un pueblo pequeño en Alemania, que luego lentamente derivó en una compleja trama de viajes en el tiempo, deseos individuales y paradojas temporales. Al comienzo, fácilmente equiparable con Stranger Things, en ese entonces en la cumbre de su popularidad. No obstante, Dark no tardó en diferenciarse tanto desde su trama como desde su estética: la historia no trató un hecho policial en concreto, sino que lo utilizó como puntapié inicial para luego virar a la ciencia ficción y todo desde un punto de vista oscuro, lúgubre y misterioso, con colores apagados y actuaciones más melancólicas que nunca dieron lugar a un tono cómico, fantasioso o de felicidad. Desde el comienzo, Dark plantea un contexto mucho más profundo y realista, aún dentro de lo que nos parece tan lejano como lo son hoy en día los viajes en el tiempo y las dimensiones ocultas. Y, a su vez, también muy emotivo.

Desde la primera temporada, Dark se separa de la norma hollywoodense que acostumbramos ver y que rompe la idea en torno a la felicidad como centro de los cánones de las producciones estadounidenses que parten desde un momento de felicidad que se rompe por un hecho puntual, atravesando un desarrollo de «sacrificio» para alcanzar nuevamente la felicidad perdida y restablecer el orden. Y, aunque todo esto no es algo nuevo, la serie alemana se consagra primero desde su trama y luego y de manera inconsciente por todo lo demás, como una de las series más aclamadas de los últimos años. Aunque este distanciamiento de lo normativo se ve flaqueado por ser un producto hecho para Netflix, esa circunstancia la vuelve, en cierto sentido, mucho más comercial de lo que podría ser en un inicio desde su trama.

Desde su enorme producción, que implica un casting importante de búsqueda de parecidos y la construcción de los escenarios en los distintos tiempos, hasta los aspectos técnicos como la fotografía, el guion y la mezcla de sonido, Dark destaca hasta en lo más mínimo. Como por ejemplo, el hecho de que sean tres temporadas y sólo tres, evitando el alargue innecesario que caracteriza muchísimas producciones hoy en día (más de las que nos gustaría admitir), habla de una serie pensada de comienzo a fin desde el momento en que inició su pre producción. Y si bien no está exenta de detalles, su meticulosidad la ubica hoy en día en una de las mejores series del mercado audiovisual, al menos bajo el signo de Netflix.

Así fue como el pasado sábado 27 de junio llegó a todo el mundo la prometida última temporada. Que no solo tuvo un cierre digno de sus antecesoras, sino que además mantuvo hasta el último segundo la habilidad y capacidad que nos demostraron con las últimas dos entregas. Hoy en día, ver un cierre coherente como el de Dark lamentablemente no está tan instalado en otros productos, ya que venimos de series cuyos finales fueron vertiginosos y truculentos en comparación con la armonía de los cuerpos de sus series. Sin spoilear nada, el final de Dark es particularmente armónico y acorde al mundo instalado desde su primer temporada. Algunas cositas tiene, como todo, pero no está nada lejos de ser lo ideal en base a lo que presentó anteriormente.

El cierre

Adentrándonos más en el detalle de la última temporada, es importante y de nuestro agrado mencionar que tiene una correlatividad muy interesante en relación a la 1 y la 2. En primer término, las temporadas tienen un ascenso interesante de complejidad: la primera temporada nos introduce, mediante un género que ya conocemos como es el policial, en una serie que promete cierta dificultad a la hora de «seguirle» el hilo; la segunda, con toda la base ya instaurada, se encargó de volverse un poquito más compleja, con más ribetes, idas y vueltas y enredos entre personajes a través de los tiempos. La tercera ya es un embrollo tremendo. Una aclaración acerca de esto: si aún no la vieron, desaconsejamos rotundamente verla de corrido en un lapso de corto tiempo. Es más bien una temporada para ver de a poco, uno o dos capítulos por día, pero no más.

En general, se maneja mucha más densidad de información y pocos enganches, por lo cual puede parecer que al principio no nos está gustando tanto como las demás: sigan adelante, los últimos dos capítulos terminan de recompensar todo lo que puede haber «disgustado» en los primeros 6 episodios. Ojo, con esto no queremos decir que estén mal o que haya algo mal manejado, sencillamente decidieron hacer los episodios cargados de más información alrededor de la ciencia y los viajes que de lo que normalmente acostumbramos a ver relacionado al entretenimiento. Pocos productos de género de ciencia ficción le dan tanta importancia a la ciencia como tema principal más que a la destrucción o catástrofe que solemos ver en productos de este género. Dark nos avisa desde la primera temporada, cuando Mikkel aparece en 1986, que no vamos a ver una serie común y corriente. Y mediante la estética y cierta «seriedad», también nos informa que estamos muy, muy lejos de Volver al Futuro.

En síntesis, esta tercera temporada resulta un resultado gratificante en relación al desarrollo progresivo en cuanto a las otras dos temporadas. El crecimiento armónico es observable: no hay virajes extraños y decisiones raras y generadas «porque sí». Tampoco pasamos de una serie muy simple a una muy compleja, en este sentido, la temporada 2 resulta un buen término medio entre la primera y la tercera. Podemos ver de manera clara que el desarrollo está cuidado.

Lo mismo sucede con los arcos de los personajes. Aunque quizás es más complejo seguirlos por el hecho de que la mayoría ocupa distintos tiempos e incluso distintos mundos. Sin embargo, no es difícil prestarle atención a personajes como Katharina adulta del mundo de Jonas, que claramente tiene un arco totalmente acorde a lo planteado. Lo mismo pasa con el Ulrich viejo, los diversos Jonas, Noah, Claudia, etc. En quienes más se nota la progresión es en Jonas y Claudia, dos personajes que mantienen intacto su deseo y responden de manera esquemática a la organización armónica que pretendemos. Repetimos: es bastante complejo profundizar en esto, porque en realidad son tantas las caras de los personajes que se hace realmente muy difícil discernir en cuanto a desarrollos armónicos. Aunque a simple vista de la mayoría, así parecen.

El esperado final y los aspectos sin resolver

Volvemos a hablar específicamente del final y seamos honestos: el final de Dark fue uno de los mejores finales en materia de series que vimos últimamente. Hablando de series grandes, la mayor decepción reciente sucedió con Game of Thrones, dejando la vara bastante baja en cuanto a finales se refiere. Aunque hoy en día la circulación de series es prácticamente incontable, podemos arriesgarnos a decir que el final de Dark prácticamente cumple con todo. En primer término: la coherencia. Como siempre, había muchas maneras de que el final estuviera resuelto de manera extraña, abrupta, decepcionante. Y sin embargo no pasó. Claramente hablamos de Dark, una serie que en su nacimiento y desarrollo no generó prácticamente ninguna incongruencia, por lo cual era difícil que se de un «mal» final. En cuanto a coherencia y desarrollo armónico, Dark cumple de manera correcta. Si vamos a los gustos, ya es otra historia.

Resulta interesante destacar algunos aspectos de este final. Dark es una serie que, desde el comienzo, nos hizo pensar más allá. Independientemente de la complejidad narrativa que puedan acarrear las idas y vueltas de los personajes en el tiempo, siempre fue una serie que planteó e incitó el pensamiento. Hablamos de un ejercicio mental propiamente dicho y no solamente el hecho de recordar el árbol genealógico de la serie. La prueba más contundente son las citas filosóficas y la intertextualidad que se maneja, por ejemplo, citando obras de arte, obras de teatro o teorías científicas. Aunque esa es la parte que vemos de manera más superficial y que exigen una búsqueda paralela para entenderlas.

Dark, en su final, terminó de cerrar, no sólo la trama principal, sino también el mensaje que buscaba generar. Desde el comienzo, siempre buscaron plantear una ruptura de la concepción pasado-futuro y de que el destino de cada uno está escrito y es inminente. Por más cursi que suene, Dark busca romper con la idea de que el destino ya está establecido y plantear que el futuro siempre podemos cambiarlo y siempre depende de nosotros. Tal es así, que Adam luego de escuchar el descubrimiento de Claudia acerca del bucle, es el que decide cambiar las cosas. Un poco como siempre quiso, distinto al «egoísmo» de Eva para proteger a su hijo. Adam siempre pensó, puntualmente, en Michael/Mikkel, mientras que Eva siempre pensó en su hijo, «el origen». Misma motivación que Claudia, que buscó hasta encontrar el momento exacto en que los mundos se generaron porque «si todo sale bien, Regina vivirá». Las motivaciones de cada uno son claras, y resulta interesante cómo nos engañan durante varios capítulos haciéndonos creer que Noah y Adam son malos, luego que son buenos y las malas son Eva y Claudia. Y al final resulta claro que también se plantea que nadie es malo o bueno. No hay vencedores y vencidos, no hay un grupo de enemigos y uno de honestos y buenos samaritanos, no hay blanco y negro. El engaño también pasa cuando nos enteramos que Claudia encontró un tercer mundo, un viraje de la trama que podría resultar abrupto de no haber sido tratado con delicadeza. Por suerte, supieron manejarlo de manera armónica (como casi todo) y si bien al principio suena extraño, rápidamente entendemos que no es imposible.

A su vez, Dark también plantea movimiento a través de esas motivaciones, en contraposición con la repetición que implica necesariamente quietud. Eva quiere que todo vuelva a ser como siempre fue, mandando a hacer siempre lo mismo, generando una quietud en el tiempo. Claudia se corre de lo que siempre hizo y finalmente encuentra ese punto de quiebre, cuya modificación permite avanzar. Sin embargo, encontramos aquí otra contradicción que plantea otra de las ideas recurrentes de la serie, que es la del eterno retorno.

Si bien los mundos se rompieron, Hannah, embarazada de Woller y en pareja con él, asocia un piloto amarillo con el nombre de Jonas y la serie termina con la idea de que ése bebé puede ser Jonas. Claramente no es el mismo, porque la concepción es fundada por otro par, pero plantea la idea de que probablemente no esté todo cerrado y deja abierta la imaginación. Lo mismo sucede con varios aspectos, como el origen de Boris/Aleksander, el ojo/brazo de Woller, por qué el hijo de Martha y Jonas asesina determinados personajes, son cuestiones secundarias cuya resolución es irrelevante para la trama realmente importante: no hay necesidad de cerrar absolutamente todo.

Finalmente, Dark termina con el sacrificio de Martha y Jonas (uno de cada mundo), enfatizando en la profundidad de esta relación y el hecho neto del sacrificio por el otro. Hay un cierre emotivo y totalmente coherente alrededor de la trama de amor de los personajes principales, que fue objeto latente de toda la serie. La relación, vinculada al hilo rojo que une a Ariadne y Teseo, claramente merece el cierre que le dieron, rompiendo juntos con lo que ambos protagonizaron como sus respectivas realidades y volviendo al mundo «como debe ser».